Manifiesto: Identidad propia y feminista
2021
Hace un año hice reflexión de lo que es ser mujer y por primera vez me reconocí como una.
Luna llena desde una noche antes, le dije a mi amiga Denisse : ella viene con nosotras. Nos llenamos de sentimiento y decidimos irnos a dormir temprano para tener energía para salir al día siguiente a marchar.
Desperté y la luna había influenciado en mi, desperté sangrando, desperté más mujer que nunca, desperté con la sensibilidad y el coraje que necesitaba para poder darlo todo: gritar, llorar, compartir, escuchar, apoyar y gritar. Gritar. Gritar.
Había rumores de posibles ataques con ácido y, lamentablemente, era posible en este país de mierda en donde las historias de horror se quedan cortas comparadas con la realidad; así que mi amiga y yo decidimos tomar nuestras precauciones: lentes, guantes, algodón.
Tras esos rumores y mientras me preparaba, llegó el pensamiento de ¿Y si hoy es el último día que me veo cómo me veo?… Decidí mirarme bien frente al espejo, memorizarme y hacer registro de quién había salido ese día, porque ni con sus amenazas yo iba a permitir que el miedo ganara.
Antes de salir de casa, se me ocurrió llevar mis cámaras, no me había preparado con rollos, pero recordé que un amigo me había regalado dos rollos hace tiempo. No eran los mejores rollos, pero era eso o nada.
Cuando salí de mi casa, recuerdo salir con una fuerza enorme, me sentí uniformada y lista para todo. En el trayecto hubo hombres que se me quedaban viendo ¿Por qué tan seria?, seguro va armarla de pedo allá a la marcha- Si, cabrón, ¿Tienes un pedo?
Reconocí a las otras mujeres que iban conmigo, algunas iban felices, otras llevaban carteles, otras iban gritando y las que no iban a marchar, con la simple mirada nos mostraban su apoyo.
Desde el camino se sentía todo temblar, por primera vez vi a tantos hombres intimidados por mujeres, y es que no tenían idea del gigante que habían despertado. No mentiré, gran parte de mi sintió placer al sentirme por primera vez del otro lado, por primera vez los vi a ellos desviar la mirada.
Durante la marcha me sentí más segura que nunca antes, todas nos apoyamos, nos cuidamos, nos escuchamos, nos comprendimos, nos unimos, nos llevamos. Al principio me enfoqué en tomar fotos, pero al ir avanzando decidí hacer algunos videos que a momentos decidía pausar para gritar yo también, la emoción me ganaba. Durante un tiempo me detuve a escuchar testimonios, pensé en dar el mío, sin embargo me contuve y solamente escuché, sin poder detener el llanto y las ganas enormes de cambiar su realidad, nuestra realidad. Seguimos avanzando y mis gritos salían cada vez con más fuerza, más rabia, estaba dando todo de mi, grite como nunca me había atrevido a gritar. Le gritaba a los hombres que nos veían a lo lejos, le gritaba a los asesinos, le gritaba a los abusadores, le gritaba a los indiferentes, le gritaba a las autoridades, le gritaba a quién no escuchara, le gritaba al dolor, le gritaba al miedo, le gritaba al pasado, le gritaba al cielo.
Cuando vi las fotos que había tomado en la marcha, sentí algo muy raro, me recordó a la sensación de cuando veía “Rojo amanecer” cuando era niña; era una sensación de horror, miedo y ansiedad. Primero pensé que se debía a la calidad del rollo barato, sin embargo al verlas con más tiempo, entendí que no debía moverles absolutamente nada y es que no pueden ser imágenes bellas de un acontecimiento que nace por algo tan horrible como es justamente el horror, el miedo, la ansiedad, la violencia, la muerte. Son imágenes que me incomodan y a la vez me recuerdan que con todo eso horrible, también vino algo valioso: la unión, la fuerza, el amor, el cambio.
Rompamos todo, rayemos todo, ¿Qué más nos pueden hacer ya? No hay más abajo, ahora solo podemos ir hacia arriba, es un camino largo, pero lo hacemos por las de ayer, por las de hoy y por las de mañana. No importa el tiempo ni el espacio, hay amor para todas.
Mi primer marcha en la vida fue feminista. Entendí el valor de salir con más seres humanos y exigir un mundo en donde quepamos todos, en donde todos tengamos la oportunidad de tener la libertad de elegir sobre nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestra forma de pensar; entendí que no son problemas de los demás, es de todos. Aquel día cambió mi vida y desde entonces he decidido hablar, porque así como yo escuché a las demás y me dieron esa fuerza, yo espero que alguien más me escuche y encuentre la suya. Me tomó varios años decidir compartir, y es que a veces dicen “Alza la voz”, pero uno no quiere le reconozcan por algo que ni uno mismo quiere reconocer en su vida. No es tan fácil, pero es necesario.
Cada vez he ido conociéndome más, me he descubierto más fuerte de la que creía ser, creativa, hábil, segura, congruente y amorosa. Hablo del amor porque es lo más importante que he trabajado, el amor propio; porque no llega de la nada, no se nace con el y, sobre todo, no hay nadie más que pueda dártelo. Ese amor que libera porque ya no dejas la idea que tienes de ti en manos de otras personas, ese amor que te hace responsable para cuidar de ti en todos los aspectos y el único que abre la posibilidad de poder curar, de poder dar, de poder compartir.
Poco a poco he ido mandando a la chingada aquello que me ha dolido. A la chingada la historia culera familiar, a la chingada la tendencia a tener alguna enfermedad mental, a la chingada el dolor que le hicieron sentir a mi madre, a la chingada la ausencia de su ex marido que es mi padre, a la chingada mi soledad en la infancia, a la chingada mi abusador y sus “shh”, a la chingada los niños que me decían que era lesbiana, a la chingada el catecismo que solo logró que un niño me golpeara y me desviara el tabique, a la chingada la violencia que sufrió mi hermano y mi impotencia por no poder darle una vida mejor, a la chingada la vergüenza en mi primer menstruación, a la chingada los comentarios diciéndome que no debía ser gorda si quería tener novio, a la chingada los trastornos alimenticios, a la chingada el abandono, a la chingada los gritos y violencia de la pareja de mi madre, a la chingada los vecinos que nunca hicieron nada, a la chingada mi primera vez que fue más a huevo que por deseo, a la chingada los doctores que no me escuchaban y solo me daban cocteles de pastillas, a la chingada esa noche de sábado en la que decidí tomármelas todas, a la chingada los policías que me pidieron alzarme la blusa mientras mi madre no estaba y yo no tenía voluntad, a la chingada las enfermeras que me decían que no podía llorar o me iban a amarrar, a la chingada la vergüenza y vulnerabilidad de desvestirme frente a no sé cuántos desconocidos, a la chingada la sensación de nunca estar limpia porque me sacaban de la regadera sin haberme bañado completamente y por tanta porquería en mi cuerpo a lo largo de mi vida. A la chingada la sensación de ser la peor hermana al festejar su cumpleaños en un puto hospital, a la chingada el comentario de mi madre “los doctores la sacaron adelante”, a la chingada el novio que me jaló el pelo en una discusión, a la chingada el director que se sacó la verga a pesar de decirle que no, a la chingada los weyes que me decían que me querían coger y al no aceptar me trataban como basura, a la chingada el novio que se estaba ligando a alguien más desde antes de cortarme, a la chingada el fotógrafo que teniendo familia me quería ligar, a la chingada mis ilusiones y sentimiento de culpa, a la chingada el crew mixto que me tiraba mierda, a la chingada el disque amigo que dijo que yo me cogía a los fotógrafos para que chambearan conmigo, a la chingada la indiferencia del novio que ahora es su amigo, a la chingada la indiferencia de mi amigo que sigue siendo su amigo, a la chingada el wey que se aprovechó de mi cuando estaba borracha, a la chingada los comentarios de “pues para que te pones borracha” como si al que asaltaran es porque se lo busca, a la chingada las bromas y burlas que hacían diciendo que ese wey era mi novio, como si incluso yo hubiera disfrutado el abuso. A la chingada el músico que me manoseó, a la chingada lo pasivo-agresivo de un novio, a la chingada sus amigos que me hacían jetas, a la chingada los weyes que solo buscan que levante su autoestima y luego se alejan, a la chingada los comentarios de que me voy a quedar sola, a la chingada la gente que cree que tengo miedo a estar sola. A la chingada los horóscopos, religión, magia y todo aquello que se basa en nada y trata de decirme cómo vivir mi vida, a la chingada todo aquello que intente derrotarme o hacerme menos.
Y con toda esa liberación, por fin se abre el espacio para poder construir, poder dar, poder recibir, poder ver diferente, poder hacer las cosas diferente.
Estoy completamente segura de que el futuro es feminista, porque el feminismo es respeto, es empatía, es búsqueda, es conocimiento y la sociedad solo puede crecer cuando existe eso. Yo no soy quién para decirle a nadie en qué creer; sin embargo, estoy segura que entre más busquemos la verdad, con hechos y no con cuentos, tendremos más poder sobre nuestra propia libertad.
No creo en las próximas vidas, pero si tuviera otra, seguro que escogería nacer mujer.